12- Recordando a… Domingo Sánchez


Nos separaban muchas cosas: la edad, ya que era 14 años mayor que yo, la manera de entender la vida, él era comunista y yo pasé mi adolescencia entre flechas y yugos en el Frente de Juventudes, y entre las Nos separaban muchas cosas: la edad, ya que era 14 años mayor que yo, la manera de entender la vida, él era comunista y yo pasé mi adolescencia entre flechas y yugos en el Frente de Juventudes, y entre las asignaturas de mi bachillerato estaba la de Formación del espíritu Nacional; él era anticlerical (no me atrevo a decir que era ateo) y yo pasé cinco años del pupitre a la capilla y de la capilla al pupitre en un seminario, pero a pesar de ello manteníamos una amistad sincera que nos llevaba a sostener largas charlas sobre lo divino y lo humano sin que nunca nuestras discrepancias, que sí las teníamos, nos llevara a mellar nuestra amistad, la cual permaneció incólume a pesar de que se trasladara a Madrid, y que a la distancia que separaba nuestra manera de pensar se añadiera esta distancia física. Siempre que venía al pueblo, al que amaba apasionadamente, venía a visitarme y casi siempre me traía un pequeño regalo en forma de libro. Me estoy refiriendo al Señor Domingo Sánchez, el tio Regalo, que así era conocido entre los peraleos.

En nuestras largas y muchas conversaciones me iba desgranando su vida tan llena de avatares que se me antojaba estar leyendo una novela de aventuras. Cierto día, al igual que solía hacer cuando venía de Madrid, se me presenta en casa con un manojo de papeles escrito con una caligrafía y una ortografía propia de alguien que aprendió a leer en las trincheras, y en los que había escrito para mí su biografía, que así lo declaraba con estas palabras: “Como recuerdo y agradecimiento por la larga amistad que nos une, desde que era un joven profesor, hasta hoy a punto de su jubilación.” Y más adelante dice: “yo con amor le dedico estas mis pobres ideas, por mi más sincera preocupación, por el presente y futuro de mi pueblo y mi tierra Extremadura”. Ni que decir tiene que las leí con apasionamiento y que su lectura me hizo comprender la verdadera tragedia que supuso nuestra Guerra Civil para muchos compatriotas nuestros, tanto de un bando como del otro.

El 18 de julio de 1936 le cogió segando con tan solo 16 años en la finca El Lugar Nuevo. Ganaba 7 reales diarios y la comida. A partir de esta fecha España queda partida en dos partes, una parte republicana (o la España roja) y otra enfrentada a ésta y que empezó a llamarse la España Nacional, y que iba agrandándose a medida que el ejército que se había sublevado en Marruecos iba avanzando.

Peraleda, entre el 18 de julio y el 29 de agosto de ese 1936, está pendiente de las noticias que le llegan del avance de ese ejército, que una vez pasado el Estrecho avanza por la península a pasos agigantados y al que le precede la fama de que sus legionarios y los moros roban, violan a las mujeres, saquean las viviendas y cometen toda clase de atropellos.

Con estas noticias no nos debe extrañar que el 29 de agosto, ante la llegada ya inevitable de ese ejército a Peraleda, hubiera mucha gente que saliera despavorida huyendo. Muchos huían sin saber por qué; otros porque se habían destacado por sus ideas y temían las posibles represalias. Recuerdo un señor que me decía: “yo me encontraba en el Rollo tomando el sol cuando llegaron unos gritando ‘que vienen, que vienen’ y salimos corriendo hasta El Guadalperal y allí me pregunté ¿y yo por qué huyo? Además me quedaba en casa a la mujer y a los hijos, así que me volví y nadie se metió conmigo”.Nuestro protagonista, contagiado también por el pánico, huye dejando atrás a sus padres y huye tan solo con lo que llevaba puesto, pantalón de pana y camisa blanca. Calza unas abarcas y se protege del calor de agosto con un sombrero de paja.

En Oropesa pasa la primera noche. Lleva todo el día sin comer y el hambre se hace sentir. Gracias a una familia del pueblo que le da algo puede apaciguar su hambre. Duerme donde puede y a pesar de ser verano, las madrugadas son frías y nuestro Domingo no lleva ropa de abrigo por lo que pasa mucho frío, dice en las notas escritas que me entregó. La misma familia le prepara unas sopa de tomate para desayunar.

Sobre las diez de la mañana aviones bombardean Oropesa y los peraleos, entre los que va Domingo, huyen en dirección a Talavera. Al llegar a Calera tuvo la suerte de encontrarse con un muchacho llamado Hilario Toledo, que solía pasar algunas temporadas en Peraleda, pues era hermano de la señora Juana, mujer del Señor Isabelo, el que tenía la tahona, el cual le reconoce por haber jugado alguna vez con él en el pueblo. “Aquel encuentro me solucionó el hambre de unos días” nos confiesa Domingo.

Hilario lo llevó a su casa y dijo a su madre que era un muchacho de Peraleda, y ésta le preparó una talega con pan, chorizo, morcilla y además le dio una camisa limpia de Hilario. El tal Hilario Toledo, ya mayor trabajó en la Tesorería de Hacienda de Madrid, y al morir su madre dejó su trabajo e ingresó en el seminario (con 40 años de edad) y se hizo sacerdote. Tras unos años de sacerdote aquí, marchó a América como misionero. Debió enseñarle su madre a ser caritativo, pues ya anciano de vuelta a España vino a Peraleda a visitar a sus sobrinos, Mercedes y Ramón, pues su hermana había muerto. Me contaron Mercedes y Dª Manoli, la mujer de Ramón, que tuvieron que comprarle ropa, porque no tenía nada más que lo que llevaba puesto. A los noventa años de edad Dios se lo llevó. Pero volvamos con Domingo.

Abandonan Calera y el grupo de peraleos siguen camino de Talavera y allí le aguarda una agradable sorpresa, entre otro grupo de peraleos que había huido se encuentra a su hermano Darío, quince años mayor que él. Este grupo acuerda pasar el Tajo y seguir hasta Belvís de la Jara, pues allí estaban reclutando voluntarios para el Cuerpo de Carabineros. Domingo se presenta, pero por ser menor de edad no lo admiten.

Su hermano y él acuerdan engancharse en el Regimiento Campesinos de Toledo. Saben que allí les darán ropa, calzado y, lo más importante, comida; para ello Domingo dice tener 18 años, lo cual no era cierto. Tras unos días de instrucción en el que aprende a manejar un fusil es asignado a un grupo de dinamitero con la paga de 10 pesetas (40 reales, y recordad que él ganaba en Peraleda tan solo 7). Su hermano Darío es asignado a Transmisiones.

Domingo es el más joven de su compañía, por lo que me confesó que lo apreciaban todos. En el regimiento les hacen ver que la ignorancia es lo que más perjudica a una persona y en consecuencia les inculcan el amor por la lectura. “Estudia, lee y aprenderás” le decía su Comandante, de nacionalidad checa, hombre muy culto que habla ocho idiomas.

Tras varios traslados, su regimiento se establece en la zona de Carrascalejo y Villar del Pedroso, donde por primera vez entra en batalla. Para entonces ha sido trasladado a la sección de ametralladoras donde es nombrado primer tirador. Posteriormente su Regimento a primeros de julio es trasladado a la provincia de Badajoz y allí, tras varias batallas en las que participan, permanecen hasta octubre en el que de nuevo son trasladados a Mora, provincia de Toledo y desde allí le trasladan al frente a Covisa, un pueblecito toledano.

Aquí se despide su Comandante, que es trasladado. Le tenía gran aprecio y al despedirse de él y abrazarle, Domingo no puede menos de llorar. «Los hombres no lloran» le dice. Y Domingo nos dice, “Lloraba porque se me iba un hombre que para mí había sido ejemplar”.

En este frente están separados del ejército de Franco por pocos metros. Lo que permitía que por las noches los centinelas del uno y otro bando, pudieran hablar de trinchera a trinchera. Tras estas conversaciones conocen que la tropa que tienen en frente es el Regimiento de Argel, que tiene su cuartel en Cáceres, y que allí está un peraleo Julio Sánchez Camacho, Julio Capellán.

“Una noche me dijo:

Tú eres Domingo Regalo, rojillo, te he conocido. ¿Hay ahí alguno más del pueblo?’

—‘Sí; está aquí Antonio Castejao’”.

En este frente ocurrió una anécdota curiosa. El Castejao estaba en la Plana Mayor de la compañía y llevaba un carro para el trasporte de los bártulos de cocina, cacerolas, sartenes y material de oficina, entre otras cosas. En un cortijo cogió un burro y se lo trajo. Una noche se le escapó y cruzó la línea rebuznando, despertando a todos y armando un guirigay. Algún peraleo gritó: «Castejao se te ha escapado el burro ven a por él», y el Castejao le contestó “Déjalo. Los burros tiene mucho instinto y se ha ido con los suyos”.

Pudiéramos pensar que esto era la Guerra de Gila, pero los intercambios entre unos y otros era cosa muy habitual.

Nuestro paisano Domingo pensaba mucho, me decía, en lo absurdo de la guerra. Voy a trasladar aquí sus propias palabras en las que reflexiona, como un filósofo:

Era a mediados de enero, sus noches son largar y frías, claras, como la luna de este mes y cuando busco en lo más hondo de mis recuerdos, pienso. Iba a cumplir 18 años dentro de un mes, y cuando en aquellas madrugadas yo vigilaba, a veces reflexionaba, contemplado el resplandor de la luna sobre las claras aguas del río Tajo; y pensaba en que mi ametralladora funcionara bien. Frente a mí nos vigilábamos unos a los otros, hombres de mi edad y más viejos; que yo no conocía ni ellos a mí, que nunca me hicieron nada, ni yo a ellos, pero que por el odio que hombres sin corazón, pero sí ansias de poder, nos trasmitían, siempre estábamos dispuestos a quitarnos la vida unos a los otros. ¡Cuando llegará ese día que los hombres prescindan de la palabra ‘yo’ y aprendan a saber que hablando, se entiendan y terminen con las malditas guerras!”.

En el 1938 su unidad es trasladada a Huesca, participando en las últimas batallas. El avance del Ejército nacional tras la batalla del Ebro se hace imparable y en uno de esos enfrentamientos Domingo es herido y debe ser evacuado. Afortunadamente su herida, aunque muy aparatosa por la sangre derramada, no fue grave, por lo que tras unos días en el hospital se incorpora nuevamente a su unidad, que está encargada de impedir que el Ejército de Franco cruce el río Segre. Más tarde será la presa de Tremp la que debe defender su unidad; pero el avance es imparable.

Su unidad se ve nuevamente trasladada, esta vez a Seo de Urgel, tras unos días de permiso que disfruta en Barcelona. Al volver le mandan abandonar su unidad de ametralladoras y le incorporan al Batallón miliciano de Cultura en el que se encarga de la sección de Agitación y propaganda y la organización de las Juventudes Socialistas Unificadas. El 24 de agosto de ese año, fiesta de San Bartolomé, (se acordaba de las fiestas de Bohonal) fue herido en la cadera. Tras su recuperación, que fue rápida, vuelve a finales de septiembre a su batallón y le nombran Comisario Político.

En los últimos días de diciembre de 1938 es herido y es trasladado a Figueras. El 20 de enero de 1939 se incorpora a su unidad a pesar de sus heridas no sanadas del todo; pero ya es sabido que la guerra está perdida y poco a poco se van acercando a la frontera francesa, que cruzan el 5 de Febrero. Comienza para él una nueva etapa de su vida, pero sus penalidades no terminan. A partir de ahora deberá cargar con su mochila de derrotado.

Las autoridades francesas reciben aquella avalancha de fugitivos, más de 75.000 dice el Sr. Domingo, a la que va asentando en varios campos de concentración. Los heridos, caso de nuestro paisano, son trasladados a un centro sanitario, cerca de la conocida gruta de Lourdes.

Tras cinco meses es dado de alta y le internan en uno de aquellos campos de concentración.

El 1º de septiembre de 1939 da comienzo la 2ª Guerra mundial, en la que Francia participa. Los franceses proponen a los residentes en los campos de concentración que se alisten en la Legión extranjera o en grupos de trabajo, remunerándoles por el trabajo realizado. Francia les necesita. Nuestro paisano, cansado ya de una guerra, junto con otros 60 compañeros se apuntan a los Grupos de trabajos. El grupo al que es asignado es trasladado a un pueblo llamado Sainte Eulalie y allí trabajarán en el desdoblamiento de una vía férrea desde Chateau de Loire a Tours.

Invadida Francia por los alemanes, los españoles huidos a Francia tienen miedo a quedar bajo el dominio alemán y huyen hacia el sur, a Nimes, y a cinco kilómetros hay un campamento militar donde buscan refugio. Empieza a escasear la gasolina y los motores de los coches se les prepara para funcionar con gasógeno. Esto hace que se necesite carbón vegetal para estos gasógenos y nuestro paisano pasa a un equipo de trabajo con el que cortará leña con la que harán el carbón. Es aquí donde aprende a hacer carbón, oficio que practicará en nuestro pueblo cuando vuelva. (Recuerdo que un año se le ocurrió montar un horno para carbón en los olivares de Caena y nos tuvo al pueblo todo un verano aguantando los humos y el desagradable olor de sus hornos).

Los alemanes empiezan la caza de comunistas, por lo que los españoles derrotados en nuestra guerra son objetivos para ellos. Esto obliga a que algunos huyan a los montes y organicen grupos de guerrilleros. Nuestro pisano y algunos españoles más deciden volverá España, lo que hacen el 15 de noviembre de 1941.

Al entrar en España son arrestados, pues se les considera desertores (ya que no habían hecho la mili) y son trasladados a Cerro Muriano, donde se les incorpora al 2º Batallón de Prófugos y Desertores y llevados a Sierra Carbonera, compañía de castigo. Cierto día de repente licencian a muchos y a los restantes les trasladan a Toledo a trabajar en el desescombro del Alcázar.

El 27 de diciembre de 1941 se disuelve la compañía y es trasladado a Cáceres, al Regimiento Argel nº 27, donde completará su servicio militar. El 18 de julio de 1942 es licenciado por ser hijo de viuda. ¿Tanto habían tardado en saber que era hijo de viuda?

Creo que en Cáceres el Comandante Calderón, del Cuerpo Jurídico, dueño de la Dehesa del Cerrocincho y que por ende visitaba mucho nuestro pueblo, tuvo que ver en este licenciamiento. Fueron muchos los peraleos que, detenidos por haber hecho la guerra en el ejército republicano, se beneficiaron del puesto que ocupaba el Comandante D. Santiago Calderón, y que vieron cómo su expediente era revisado en pocos días y volvían al pueblo libres. Yo fui testigo de cómo las veces que D. Santiago bajaba desde Cerrocincho a Peraleda, era una verdadera procesión de peraleos agradecidos la que le acompañaba a tomar unos vasos de vino por las tabernas.

Termino esta reseña con las palabras con que el Sr. Domingo termina las notas que me dedicó:

Cuando llego a mi casa encontré sola a mi madre anciana, mi padre había muerto, volví a ser el Extremeño de albarcas y pantalón de pana”.

Peraleda de la Mata, Marzo de 2022

E. Castaño

2 comentarios en “12- Recordando a… Domingo Sánchez

  1. Me encantan estas historias de mis paisanos.Siempre encuentro personas, anécdotas,palabras y curiosidades que reposan en mi interior, gracias a estas historias rememoró mi infancia y recuerdo mis estancias en Peraleda de pequeña.Gracias a D.Eusebio por mantener viva nuestra memoria.

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