Pocos recuerdan ya la antaño conocida como Cruz del Peluca. Su nombre procede de antiguos bandoleros y tesoros escondidos, como en las mejores novelas de aventuras. El último de sus misterios queda aquí desvelado y, como a menudo sucede, el tiempo resuelve los enigmas del pasado, y éste a su vez explica el presente.
La religiosidad de un pueblo impregna su cultura y se hace visible en casas, en calles y en caminos. Cuadros de vírgenes, santos y escenas de la vida de Nuestro Señor adornan paredes de nuestras viviendas. Imágenes en cerámica o en tallas de piedras nos salen al paso en las calles de algunos pueblos o ciudades. En nuestros caminos bellos cruceiros nos sirven de hito que ayudan a nuestra mejor orientación. No nos debe extrañar por eso que a la entrada de nuestro pueblo, Peraleda, tres cruces situadas en su parte Oeste, Sur y Este, recuerden nuestro pasado religioso y nos ayuden a entender las raíces cristianas que dieron savia a nuestra cultura.
Hoy quiero recordar a los peraleos una cruz ya desaparecida y cuya memoria se va perdiendo poco a poco; es la Cruz del Peluca. Se encontraba esta cruz al borde del “Cordel”, sirviendo de deslinde entre las Tórdigas y El Verdugal. Tal vez tendría su origen en la Mesta, que elevara esta cruz para pedir la protección divina para sus ganados que transitaban por esta vía pecuaria buscando el Puerto El Pico que les llevaría a los pastos frescos de Castilla. Los pastores devotos se descubrían respetuosamente al llegar a su altura y con la gorra en la mano santiguábanse y murmuraban un padrenuestro.
Las primeras noticias sobre El Peluca las recogí de boca de un campesino que a su vez las había recogido de su padre cuando acudían a la feria de S. Marcos. Esta feria que hoy se celebra en Talayuela el 25 de abril, se celebró hasta la segunda mitad del siglo pasado en la Dehesa de San Marcos. Era la feria más importante de esta zona. No solo en todo el Campo Arañuelo, sino en La Vera, La Jara y hasta en Los Ibores, la feria de San Marcos era famosa y a ella acudían ganados de todas las zonas dichas. A esta fama no era ajeno el hecho de que los ganados pudieran pastar libremente en la dehesa los días anteriores y posteriores a la feria, lo que garantizaba a los ganaderos una semana de pastos gratis y esto les resarcía del posible fracaso de la feria si no podían vender sus ganados a precios interesantes.
Esta feria se celebraba en el recinto ferial cercano al palacio y capilla del poblado que había en la dehesa y donde vivían diariamente los obreros que trabajaban aquí y el personal que servía en palacio a los Señores Marqueses cuando venían a su dehesa. En este poblado se conservaba aun en los tiempos de mi confidente la cárcel o prisión que testimoniaba la jurisdicción penal que en tiempos tuviesen los señores.
En esta cárcel podría verse el “cepo”. Este era un instrumento compuesto de dos gruesos maderos a especie de yugo y al unirse los dos maderos quedaban unos huecos o agujeros en los cuales se introducía la cabeza o las piernas del reo que al cerrarse los dos maderos con un candado impedía la fuga del reo.
Mi confidente me confiesa que visitando esta cárcel le explicara su padre que en ese cepo había estado El Peluca, peligroso bandolero que asaltaba a los que en aquellos tiempos transitaban por estos caminos. Esto ocurría a principios del siglo XIX. Tenemos constancia que por aquella época (1809) la Hermandad del Descendimiento encargó a un vecino de Peraleda, Antonio Calero, que iba con un grupo a Talavera de la Reina, comprase para la Hermandad 4 hachas (especie de velones gruesos de cera muy usados en los actos religiosos) para lo que le entrega 500 reales y que éste y los acompañantes fueron sorprendido por un bandolero que les robó, lo que hizo que se volviesen sin poder llegar a Talavera. Ni que decir que entre lo robado estaban los 500 reales de la Hermandad. No tenemos certeza de que fuese El Peluca pero bien podría ser él. Lo cierto es que el Peluca desplumaba a todos aquellos que se aventuraban a transitar por estos inseguros caminos.
Y como no iba a llevar el botín de sus atracos al banco, El Peluca se fabricó un hoyo (un zulo dirían los de la ETA) donde iba poniendo a buen recaudo el producto de sus robos. No es fácil en un terreno sin accidentes geográficos notables, donde sólo la encina se enseñorea del paisaje, recordar el sitio exacto donde uno hizo el hoyo, por eso El Peluca escogió como referencia la cruz que la Mesta levantara en la cañada de ganados, con otra intención muy distinta por supuesto.
Pero un día, (tanto va el cántaro a la fuente…), fue el Peluca el que fue atrapado por algún representante de la Autoridad que le hizo dar con sus huesos en la cárcel de San Marcos donde puesto en el cepo esperó a que llegara el momento de su ejecución. El Peluca recordó su botín y pensó que, ya que él no podría aprovecharse del fruto de sus fechorías, era preferible que otro lo hiciera a que se pudriera allí en aquel hoyo y que hecho pasto fuese a parar al estómago de algunas de aquellas ovejas trashumantes que cruzaban por la cañada. En consecuencia reveló el sitio a uno que compartía con él en la cárcel los últimos días de su vida.
Pasado cierto tiempo desde la ejecución del Peluca, siempre según mi informante, un pastor llamado Cornelio, peraleo por más señas, vio como se le acercaban unos señores que amablemente le pidieron les informase del lugar en que se levantaba una cruz de piedra que había por aquellos parajes. El Sr. Cornelio les informó y éstos en agradecimiento le dieron una buena propina. Pero al parecer los señores no fueron capaces de encontrar lo que buscaban. No es fácil aun a sabiendas del sitio en que hay algo enterrado encontrarlo si no hay un conocimiento exacto del sitio en que se abrió el hoyo y los señores se cansaron de cavar y abandonaron la empresa.
La historia llegó a oídos de otro peraleo, un tal Isidro Barquero que trabajaba de guarda en el Verdugal, y pacientemente tanteó el terreno en las proximidades de la cruz. Conocedor de aquellos parajes fue capaz de adivinar el sitio exacto que se debía escoger si quisiera guardar algo y poniéndose en la piel del Peluca dio con el sitio correcto y se apropió del botín escondido.
Por aquella época el Ayuntamiento de Peraleda había enajenado algunos de los bienes propios de que disponía y un tal Rafael Prieto, vecino de Talavera, había comprado el Berrocal, el Roncadero, un terreno lindante con la dehesa de Santa Cruz de Alarza y con la dehesa del Guadalperal cercana al pueblo y algunas fincas más. El tal Prieto fue vendiendo lo comprado más tarde, pues la intención al quedarse con estos bienes del Ayuntamiento era especulativa y así sabemos que vendió el Berrocal y el Roncadero. D. Antonio Bueno, médico titular de Peraleda le compró el Berrocal y nuestro vecino Isidro el Roncadero.
No extrañó esta compra del Berrocal, ya que D. Antonio a más de médico era un político destacado de esta zona (llegó a ser Presidente de la Diputación Provincial de Cáceres) pero sí extrañó y muy mucho a los peraleos que Isidro Barquero, de la noche a la mañana pudiese tener el dinero suficiente para tal compra. Y como el dinero y el amor dicen que no pueden ocultarse durante muchos tiempos, los peraleos se fueron enterando del origen de la riqueza repentina del tal Isidro.
Alguien me ha dicho que no debió ser el tal Isidro el que comprara el Roncadero por haber visto en tiempos un Mojón de piedra con una D y una B que, según él, se refería a Donato Barquero. Afirma que fue el tal Donato quien compró el Roncadero, ya que, aparte de comprar todas las fincas que le lindaban, fanfarroneaba de que no pararía hasta que el dicho mojón llegara a las puertas de la ermita del Cristo.
Esto me hizo buscar el árbol genealógico de los actuales propietarios del Roncadero que llevan el apellido Barquero. Hallé que un tal Isidro Barquero García casó con una morala, María Luengo Jiménez. De este matrimonio nacieron seis hijos: Isabel, ISIDRO. Juan-Donato, Manuel, Serafina y Bernardo.
ISIDRO casó con María Pedraza. De este matrimonio nacieron doce hijos; entre estos hijos estaban Esteban-Donato, Antonio y Felipa. En la actualidad los propietarios de parte del Roncadero son: Mº Luz García Barquero y sus hermanas. Estas son hijas de Aurelia Barquero que a su vez es hija de Esteban-Donato, que lo era de ISIDRO
Antonio Barquero es otro de los propietarios. Heredó de su padre Antonio, hermano de Aurelia y por ende hijo de Esteban Donato.
Laura Barquero es otra de las actuales propietarias. Heredó de su padre Lauro, hermano también de Esteban-Donato. Laura García Barquero y sus hermanos son propietarios de otra parte, heredada de su madre María Barquero que era hija de Antonio Barquero que a su vez era también hijo de ISIDRO.
Hay otros propietarios ajenos a la familia Barquero. Estas partes provienen de la parte de FELIPA que vendió.
Por todo lo dicho fue ISIDRO BARQUERO LUENGO el que encontró los dineros del Peluca y no Donato, pues de haber sido éste, solo sus descendientes tendrían posesiones en el Roncadero, pero no los descendientes de su hermano Antonio, su hermana Felipa. Por tanto en el siglo XIX ISIDRO BARQUERO, guarda del Verdugal, encontró un tesoro que hoy, principios del siglo XXI disfrutan en parte sus biznietos.
A parte de mi investigación sobre el árbol genealógico de los Barqueros actuales la historia del Peluca tal como me la contaron la he contado. De la veracidad de la misma no puedo dar fe pero sí doy fe de que nietos y biznietos de aquel Isidro Barquero Luengo disfrutan de las tierras del Roncadero en nuestros días, junto con otras familias que fueron comprando a algunos descendientes de Isidro parte de la herencia que por las razones que fueren vendieron.
Eusebio Castaño
en Peraleda, Abril 2011
APÉNDICE
Como dato histórico adjuntamos aquí el árbol genealógico completo desde Isidro Barquero hasta sus actuales herederos. Los actuales propietarios de partes del Roncadero que no pertenecen a este árbol proceden de la parte que vendió Felipa.
Una historia muy interesante, sí señor, como de película. La próxima vez que pase por el «Roncaero» me voy a acordar.
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