Hoy se cumple el aniversario de un hecho inusual que aconteció en Peraleda hace ya casi dos siglos y del cual dio puntual noticia algún periódico de la época. Recuperamos su memoria en este artículo.
La Transición marcó un hito en la historia reciente de España, nos trajo la Democracia y centró las relaciones Iglesia-Estado, alejándolas tanto de la intolerancia de la 2ª República, que llegó hasta la persecución de todo lo que fuera católico, como de la simbiosis de la Época franquista, que llegó a confundir preceptos eclesiásticos con leyes civiles. En ambos extremos se habían olvidado las palabras del Evangelio “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
Ya sabemos aquello que se dice de que en España o delante de los curas con una vela, o detrás de los curas con una estaca. Es una manera vulgar de expresar la Ley del Péndulo a que tan dadas son las sociedades. Ejemplos de estos comportamientos los hemos vividos en nuestra Peraleda; pasamos en pocos años del asesinato de nuestro párroco, a multar a aquellos que pecaban contra el segundo o el tercer mandamiento de la Ley de Dios. ¿Pecaban? o ¿creían nuestras autoridades que pecaban?
Hace años encontré en casa de mis suegros un folleto publicado por la Alcadía en 1940 en que el entonces Alcalde Lucio García presentaba a los vecinos las cuentas de ingresos y gastos del año. Entre los ingresos figuraba lo recaudado por multas impuestas a algunos vecinos por blasfemar. Esto me hizo recordar que en aquellos tiempos en las tabernas había unos carteles encuadrados en el que se leía: “Prohibido Blasfemar; los hombres educados no blasfeman. “ El hecho de que todos los cuadros fuesen iguales me hace deducir que fueran distribuidos por la Alcadía. También me hizo recordar algo que cantábamos los muchachos.
DonTomás, don Tomás
Lo sacaron cinco duros por planchar.
Juan Marqués, Juan Marqués
Lo sacaron cinco duros por barrer.
Y es que el celo de nuestras autoridades por el cumplimiento de los preceptos religiosos, olvidando que Dios nos hizo libres (de aquí el premio y castigo que Dios nos tiene reservado) les hacía ser más papistas que el Papa.
El señor Tomás Santero, el mencionado en la copla, en alguna ocasión se vería obligado por las prisas de algún cliente por estrenar el traje a planchárselo antes de entregarlo. Creo yo que estaba justificado.
El otro, el Señor Juan, viudo por más señas, trabajaba en Guadalperal como recadero y cartero del señor Duque. Su trabajo consistía en ir diariamente desde El Guadalperal hasta Navalmoral en una pequeña tartana a hacer las compras para la cocina y de paso recoger en la Cartería de Peraleda la correspondencia. El domingo por la mañana, único día que tenía libre, lo dedicaba a la limpieza, lo cual también estaba más que justificado, creo yo.
Todos estos recuerdos se me han agolpado al encontrarme buceando en la Hemeroteca Digital Nacional con esta noticia que publicaba “el Católico” en su número del 22 de abril de 1843 (tal día como hoy) relacionada con el descanso dominical y con nuestro pueblo. Soy católico; creo en los milagros, pues es consecuencia de mi creencia en el poder infinito de Dios, pero creo que los milagros son rarísimos y no creo que Dios vaya soltando por ahí milagritos, al igual que hiciera Pulgarcito con sus migas de pan por el bosque. Por todo ello me limito a copiar literalmente, y respetando la grafía original, lo que se decía en la citada publicación:
Acabo de saber un suceso que merece ser puesto en noticia del público para escarmiento de los que profanan la santidad de los días festivos trabajando sin necesidad ni licencia de quien la debe dar.
En la Peraleda, pueblo de este obispado, masó una panadera una fanega de trigo el sábado antes del domingo de Ramos. Sacó un excelente pan que vendió inmediatamente disputándosele las gentes entre sí. El domingo de Ramos, instigada de la codicia, masó otra fanega del propio trigo. El pan mientras se estaba cociendo despidió un hedor intolerable, el horno quedó impregnado de humo abominable que lo dejó inservible para algunos días; y sacado el pan se le notó un color tan asqueroso entre verde y amarillo polvoreado de motas y betas cenicientas que su vista escitaba (sic) nauseas. El hecho no será milagroso si se quiere; pero es incontestable; además de la carta de persona fidedigna que lo refiere han llegado á esta ciudad muestras del pan y yo tengo ahora á mi vista junto al papel que escribo un pedacito de corteza que no remito á la redacción porque temo que en las administraciones de correos se detenga la carta creyéndolo al tacto otra cosa y la carta no llegue á su destino.
Hasta aquí lo que pudo leerse sobre tal suceso aquel 22 de abril de 1843. Siete días más tarde Peraleda vuelve a aparecer en el periódico con nuevas noticias sobre el caso:
Nuestro corresponsal de Plasencia nos escribe con fecha 26 del que rije, confirmándonos la noticia que nos comunicó y publicamos en nuestro numero del sábado. Hé aqui lo que nos dice:
El suceso que comuniqué á la redacción en mi última, se ha confirmado con nuevos datos. Hubo persona que hizo la esperiencia de dar á los perros de aquel pan asqueroso, y los perros no lo quisieron comer. Se añade que el horno todavía está inservible y se teme que lo esté por siempre jamas.—
Y para terminar contaré algo que recuerdo ahora (a los viejos los recuerdos nos salen enganchados unos a otros como las cerezas en una cesta)
Hubo un programa, “Un país en la mochila”, retrasmitido por la 2 de Televisión española, y conducido por José Antonio Labordeta ya fallecido. En uno de sus recorridos Labordeta llegó al Guijo de Santa Bárbara y entrevistaba a un viejecito que le hablaba del pueblo. Entre otras cosas el viejecito le contaba que en el Guijo había nacido Viriato (siglo II a. C.), que éste era un muchacho muy inteligente y muy valiente. Le decía que se fue a la Academia militar de Toledo, salió con estrellas, se marchó a luchar contra los romanos y les ganó muchas batallas. La cara que ponía Labordeta ante aquellas declaraciones era todo un poema. Labordeta terminó la entrevista con este comentario: “Y como lo contó lo cuento, sin quitar ni poner rey.“
Pues bien yo también termino este relato con estas palabras: Si así lo cuenta la publicación a la que he aludido, así sería.
Eusebio Castaño
Peraleda de la Mata 22 de abril de 2016
En el 173 aniversario del dicho suceso
Dice la RAE sobre el significado de milagro:
1. Suceso extraordinario y maravilloso que no puede explicarse por las leyes regulares de la naturaleza y que se atribuye a la intervención de Dios o de un ser sobrenatural.
«los milagros de Lourdes; los milagros de Jesucristo»
sinónimos: portento, prodigio
2. Suceso extraordinario que provoca admiración o sorpresa.
«todos consideran un milagro que el equipo haya ganado la final»
Sea cual sea la acepción que elijamos es justo hablar de milagro.
La intrahistoria de nuestro pueblo es fértil en sucesos, desastres, curiosidades y ahora también en milagros. Contra lo que se ha pensado siempre sobre el aislamiento de las zonas rurales esto nos demuestra hasta qué punto Peraleda ha participado de la historia de sus épocas siguiendo el ritmo de los tiempos sin perder el paso…
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