He aquí otro de los grandes hombres que pasaron por nuestro pueblo y que dejaron huella en las personas que lo conocimos.
Nació en tierras castellanas, en el pueblecito de Bercimuelle, provincia de Salamanca. Este pueblo, al igual que muchos otros pueblos de Castilla, ha ido perdiendo población, lo que hizo que en 1974 perdiera su identidad local para pasar a ser un anejo de Puente del Congosto.
En 1936, año en que naciera D. Salvador, Bercimuelle era un pueblecito que tenía todos los servicios municipales que un pueblo necesita: Ayuntamiento, escuelas con sus casas de maestros, médico con su casa del médico y corral de concejo. Sus padres eran Marino y Rosa, siendo su padre el médico del pueblo, por lo que sus hijos desde pequeños vivieron esta profesión y comprendieron que mitigar los dolores y sufrimientos de sus convecinos era algo hermoso; de aquí que dos de sus hijos, Salvador y Enrique, siguieran los pasos de su padre y eligieran los estudios de medicina. Solo uno de los hijos, Maxi, eligió la profesión de maestro.
D. Salvador inicia sus estudios primarios en Bercimuelle. A los diez años marcha a la cercana Salamanca, donde estudia el Bachillerato en el Colegio de los salesianos. Una vez obtenido el Título de Bachiller, tras aprobar el “Examen de Estado” ingresa en la Facultad de Medicina de la que saldrá con el Título de Licenciado en Medicina en 1961.
Con sus 26 años y su título recién estrenado, solicita una plaza como interino en Rena (Badajoz). Permanecerá en Rena hasta el 1963 en que debe acudir a cumplir con el ineludible deber de servir a la Patria. Terminado su servicio militar, oposita a ingresar en el cuerpo de Médicos del Ejército, oposición harto difícil, sobre todo para aquellos aspirantes que no tengan relación alguna con el Ejército. Supera los dos primeros ejercicios e inexplicablemente suspende el tercero, consistente en visitar enfermos en el hospital militar y diagnosticar su enfermedad.
En aquellos años era médico titular de Peraleda D. Antonio Lesme Verde (padre del actual presidente del Consejo Superior de Justicia), quién se ve obligado a pedir un permiso para atender a su esposa enferma. Se necesita pues sustituto para el tiempo que esté de baja, y se adjudica su plaza como interino a D. Salvador. Ya en el primer día de su estancia en Peraleda dejó patente su manera de ser y de comportarse con los vecinos. La siguiente anécdota me la refrió él mismo años después:
D. Antonio Lesme le había preparado una pensión en casa de una señora viuda, Carmen Camacho, vecina de él, que no se dedicaba a coger en su casa a nadie, pues gozaba de una buena posición y que lo haría por hace un favor a D. Antonio. Llegado a la casa y soltado el equipaje salió a dar una vuelta para ir conociendo el pueblo. Entró en un bar y quiso la suerte que allí hubiera un grupo divertido y algo bebido que al parecer celebraban una despedida de soltero. Con esa amabilidad que los pueblos suelen tener con los forasteros le invitaron a beber con ellos, cosa que aceptó encantado. Cuando se enteraron de que era el nuevo médico, todo fueron atenciones para con él. Los acompañó por varios bares como uno más de la fiesta que se estaban montando. Un poquito cargado ya, les abandonó alegando que tenía que madrugar, pues debía ir a Cáceres al día siguiente para darse de alta en el Colegio Médico.
Todo el camino a Cáceres fui pensando, me decía, que era imposible que algunos de los que estaban en la despedida de soltero no hubiesen terminado en un coma etílico. Recordaba lo que había visto. Al parecer había uno a quien le ponían un embudo en la boca y le hacían beber, vino, coñac, cocacola, y todo lo bebible que tenían. Al llegar por la tarde a casa lo primero que hizo fue preguntar a la patrona si habían venido a buscarle para atender a algún enfermo. Como ésta le dijera que no, le contó lo que había ocurrido la tarde y noche anterior. La patrona le dijo que no se preocupara, «en el pueblo hay algunos que beben como un cosaco y por lo que me dice casi apostaría por saber quién es el que hacía esos excesos. Si es el que yo creo, a ese no le pasará nada. Está acostumbrado a hacer esas cosas«.
Estando aquí como interino en 1967 se anuncia oposición al Cuerpo de Médicos de Familia. D. Salvador se presenta y consigue plaza. Al quedar vacante la plaza de Peraleda, pues D. Antonio se traslada a Madrid para seguir más de cerca la enfermedad de su esposa, se le adjudica la plaza de Peraleda como médico titular.
Pronto Peraleda descubre que al joven médico no se le ha subido el título a la cabeza. El nuevo médico se relaciona con cualquier vecino del pueblo, independiente de su edad, o de su posición social. La figura del nuevo médico rompe con la tradicional; hasta entonces el médico aparecía ante los peraleos como alguien perteneciente a un estrato social superior, D. Salvador con su campechanía, y hasta con su forma de vestir, igual a los de su edad, (pocas veces se le vio con traje) inaugura una nueva forma de ser médico que hizo que pronto se ganara las simpatías de todos los peraleos.
Su competencia profesional no tardó mucho en ser reconocida por el pueblo. Ya en los primeros días se le presentó un paciente que manifestaba que tenía un quiste en el hombro y que estaba creciendo de una manera tan rápida que ya no podía ponerse ni camisa ni chaqueta si no se rasgaba las mangas antes a la altura del hombro. Dudó nuestro joven médico al ver las dimensiones tan exageradas pero al final se decidió y se lo quitó. 4 kg y medio pesó el quiste. El paciente, libre de aquel inconveniente, marchó a su casa. Unos días después se acercó a la pensión donde habitaba nuestro D. Salvador y le entregó un sobre con 2.000 pts. (bastante para la época) como agradecimiento.
Años después, unos jóvenes que organizaban carrera de bicicletas vieron cómo uno chocaba contra una esquina y del resultado del choque vieron sorprendidos como una oreja le colgaba a punto de desprenderse del lóbulo inferior. Acudieron a nuestro doctor y éste con gran habilidad le cosió la oreja. No le quedó ni una pequeña cicatriz. El joven protagonista de este suceso es hoy un Profesor de Enseñanzas medias. Cada vez que venía al pueblo y se encontraba con D. Salvador (me lo contó él algunas veces) le decía: Mire mi oreja, la cosió bien Vd., ni una cicatriz quedó.
Cuando alguien acudía a algún especialista, el diagnóstico confirmaba el que le había dado D. Salvador. Que D. Antonio Lesme fue un excelente médico no lo dudamos ninguno de los que le conocimos. Pues bien, el que esto escribe le oyó decir en los días que D. Salvador estuvo como interino: “vaya ojo clínico que tiene el muchacho que me está sustituyendo”. Por esto dije que inexplicablemente D. Salvador había suspendido el tercer ejercicio de las oposiciones a médico militar, pues esa era precisamente su gran habilidad, aunque su gran problema fue no estar vinculado con el mundo militar.
Cierta vez le llamaron porque un paciente se quejaba de dolores de vientre. Al Señor le daban apuros decía: “ir al médico por un simple dolor de barriga…”. Pero dada la persistencia del dolor la mujer se decidió a llamar al médico. Acudió D. Salvador y nada más auscultarle le dijo que se fuese inmediatamente a Cáceres para que le operasen. El señor se resistió; él no iría a Cáceres por un simple dolor de barriga. Salió la mujer del paciente con D. Salvador a la puerta de casa y comentó con él que su marido era un cabezón y como dijese que no iba, era difícil convencerle. “Búsquese a alguien que le convenza. Creo que su marido tiene una perforación de estómago. Si no se opera se muere”. Horas más tarde la mujer acudió al domicilio de D. Salvador pidiendo el volante para ir al hospital, donde confirmaron el diagnóstico de nuestro D. Salvador. Casos como los aquí narrados podríamos contar muchos.
Eran pocos los dentistas que había en aquellos años. Tan solo en Navalmoral había uno, ya muy mayor. D. Salvador cubrió esta necesidad y pronto su fama de dentista se extendió por los pueblos cercanos de los que acudían gente a su consulta. En la escuela del Magisterio de Toledo conocí a un compañero que era del Torrico, pueblo cercano al nuestro, aunque ya de la provincia de Toledo, con el que hice amistad. Cierto día se presenta en casa. Venía, me dijo, a ver al médico para que sacara dos muelas a su mujer, pues hasta allí había llegado la fama de D. Salvador.
D. Salvador conoció a la peralea Mari Flor, de la que se enamoró. Terminó casándose con ella y con ella tuvo tres hijos: Salvador, Mari Flor y Eduardo. Dª Mari Flor, que ejercía como maestra en Madrid, pide traslado y obtiene plaza en nuestro colegio, tomando posesión el 1º de septiembre de 1971. Fueron muchas las ocasiones en que oí quejarse a Dª Mari Flor de que eran muchos los que abusaban de esa manera de ser de Salvador, tan sencillo, que no se daba importancia alguna. Hay veces que se presentan a la hora de comer y este nos deja en la mesa para atenderles.
Todos los peraleos sabemos que la Hermandad del Descendimiento, es la institución con la que más se identifica Peraleda. Pocos son los peraleos que no pertenecen a ella, ingresando en la misma, desde muy pequeños; algunos son apuntados al nacer. Don Salvador, sintiéndose un peraleo más, ingresa conmigo en la Hermandad a través de la “Diputación” de 1975, siendo los Hermanos Mayores sus suegros, Vicente Zamora y Florentina Rodríguez. Puesto que fuimos compañeros de diputación pude comprobar la entrega total a su profesión. Fueron múltiples las ocasiones en las que estando reunidos la diputación, alguien se presentaba en casa, sin tener en cuenta la hora, y dejándonos solos bajaba a atenderle. Las más de las veces no había necesidad que les impidiera esperar hasta la hora de la consulta. Nunca le oí quejarse de ello, siempre disculpaba al impaciente paciente que no esperaba a la hora de la consulta.
Que era muy querido en el pueblo pude comprobarlo siendo compañero de Diputación. Llegada la Semana Santa, los diputados teníamos que repartir las cruces a los Hermanos Mayores que las portaban en las procesiones como símbolo del puesto que ocupaban en La Hermandad. A todas las casas a la que llegábamos, las señoras se empeñaban en agasajarnos haciendo que tomáramos algún dulce con alguna copita. Ni que decir tiene que cuando llevábamos varias casas visitadas, no nos hacía ni pizca de gracia tomar más copas, pero “¿cómo las vamos a desairar ―decía D. Salvador― cuando lo hacen con tan buena intención? ¿Ves la cara de satisfacción que ponen cuando ven que nos sentamos con ellos y aceptamos su ofrecimiento?”. El final del recorrido fue que terminamos la misión encomendada por puro milagro; algunos compañeros fueron derechos a la cama.
El matrimonio, Salvador y Mª Flor, era ciertamente querido en el pueblo. Vivían en la casa del médico, en lo que hoy es la Residencia de Mayores, pero quisieron hacerse una casita propia, cosa que hicieron y a la que se trasladaron una vez terminada. La muerte inesperada de Dª Mª Flor, un 7 de marzo de 1998, cuando solo contaba con 49 años de edad, conmovió al pueblo entero. Hizo también que al jubilarse abandonase Peraleda y fijase su residencia en Madrid. Vivir en el piso que con tanta ilusión construyeran cuando ella ya no estaba se le hacía demasiado doloroso.
No rompió sus lazos con Peraleda, pueblo al que seguía y sigue unido. Aquí fue feliz con su esposa, aquí crecieron sus hijos y aquí tenía sus amistades, lo que hace que nos visite con frecuencia. El alcalde César Martín en el 2012 le invitó a que fuese el pregonero de nuestras fiestas del Cristo, cosa que aceptó gustosamente. Hasta hoy en día, Peraleda recuerda a este que fuera su médico y que se hizo un peraleo más con ellos.
Peraleda 6 de abril de 2021
E. Castaño



Don Salvador muy querido por todos los Peraleos una buena persona y un buen médico yo le recuerdo con mucho cariño siempre que lo necesite estuvo a la altura como un gran profesional que era nunca olvidaré que estando yo ya casada y viviendo en Madrid embarazada de mi primer hijo estando ingresada en el Hospital la Paz coincidí con ellos que Da Mari Flor fue a dar a luz de su primer hijo yo estaba allí por problemas en el embarazo y rápido se preocupó por ablar con médicos conocidos suyos para que se interesaran de mi dolencia y gracias a él me solucionaron rápido el problema que yo tenía y me pude marchar a casa ya muy recuperada eso siempre se lo agradeceré por muchos años que pasen nunca se nos olvidará ni. mi marido ni a mí un gran amigo y un gran médico un saludo muy cariñoso para el y sus hijos y nietos 😘
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